viernes, 13 de abril de 2018

En verdad y fe por la soberanía

ENFOQUE

En verdad y fe por la soberanía

  • En verdad y fe por la soberanía
D. Darío Vargas
 -A la atención de las personas juiciosas del país-
(1)
En República Dominicana,  cristianos y no cristianos se sienten confundidos cuando se aborda el tema de la soberanía. Incluso algunos se sienten amedrentados, callados moralmente, por miedo a la acusación de odio que se hace a todo aquel que se da cuenta de que estamos ante un gran engaño, ante una trampa mortal para la Nación; y,  por miedo a ser injustos, se sienten congelados, por el momento, porque les hablan de caridad y de crisis humanitaria para que no se resistan, desconociendo los verdaderos objetivos y las consecuencias catastróficas que sobrevendrían, en perjuicio de su Patria, su familia, su fe, su iglesia.
Los problemas sociales, los conflictos, hay que verlos a la luz de las cinco dimensiones de la fe, que ciertamente comienzan por la religiosa, pero le siguen  la social, la cultural, la económica y política. El Evangelio no está al margen de esas cinco dimensiones, y eso lo mostró muy bien Jesús, de varias maneras, especialmente cuando reconoció el orden temporal dentro de la vida cristiana. Asimismo, reconoció a los gobiernos, en los cuales se sale del orden divino, para que la humanidad pueda convivir en medio de la diversidad y dentro del conflicto de intereses propios de nuestra peregrinación hacia la plenitud del Reino.
“Los cristianos luchamos por los derechos de los haitianos dentro y fuera de la Iglesia. Los amamos con el amor de Cristo tal como lo predicó y testimonió. Pero una cosa es que yo entregue mi amor y mi vida personal en sacrificio por el prójimo, y otra es que entregue o desampare la vida de los demás que han sido puestos bajo mi cuidado por un mandato histórico o divino. No puedo obligar a los otros a dar la vida. Ni tengo derecho a inmolar la vida ajena. Yo debo acoger al forastero, acompañarlo en su tránsito, en sus necesidades temporales y espirituales, pero no me manda el Evangelio a hacerlo a costa de la vida, los derechos y la seguridad de los que viven bajo mi custodia. No me manda a entregar la vida de mis hijos en manos del desconocido, peor aún cuando al forastero lo acompaña una historia de intenciones oscuras, violentas, y es un forastero  que no quieren acoger los poderosos que me quieren obligar a recibirlo”.
“No me manda el Evangelio a descuidar mi propia pobreza, abonando el terreno de la disolución total de la casa que me ha costado levantar durante una historia de grandes proezas y que está a medio camino de culminar, insertando un cambio radical de paradigmas y visiones. Eso es sembrar el caos y sacar de ruta a un pueblo que lucha por la democracia y la justicia, contra la corrupción, el desorden, y contra la colonización ideológica del poder imperial”.
“Los hermanos haitianos son 10 millones. Y los dominicanos somos 10 millones. No me digan, por candidez o desinformación óo por traiciónó, que es igual otorgar la nacionalidad dominicana a un haitiano, que otorgarle la nacionalidad norteamericana a un dominicano o mejicano. O que es comparable la incidencia de un empleado haitiano en un trabajo que un dominicano puede y necesita realizar, habiendo una tasa de desempleo con un impacto superior al que puede tener EE. UU., y a costa del presupuesto de educación y salud que se lucha por mejorar y que es insuficiente en las áreas vitales” (citas de mi artículo Un grito por la Patria a los pies de Jesucristo, Listín Diario  del 8-9-16, Pág. 12™).Somos un país cuyas instituciones son las de un Estado institucionalmente débil, con una pobreza que cubre un 50% de la población y una cultura política de prácticas corruptas. Buena parte de los actores políticos hace carrera para lograr ascenso social, hacer negocios y enriquecerse, sin ideologías siquiera, en un ejercicio debilitante del Estado, dedicados solo a construir infraestructuras, acumulando una deuda a niveles de alto riesgo para el país, sin mejorar la calidad de vida de los dominicanos pobres y las perspectivas de los jóvenes; y, peor aún, transan la soberanía nacional para lograr concesiones al plan estratégico y conspirativo de la llamada comunidad internacional, así como a instituciones nacionales que se sienten complacidas con la invasión masiva de los inmigrantes ilegales, que a su vez sirve de lucro a sectores privilegiados de dominicanos y haitianos.
No  se trata solo de inmigrantes necesitados
El forastero o inmigrante bíblico que cita Jesús está totalmente fuera de contexto en nuestra realidad, pues aquel no implicaba riesgo del orden del Estado visitado, no cubría una visión de masas o de pueblos; era un necesitado del auxilio temporal, de la acogida; no era un forastero peligroso, no era un invasor del que se conocía una historia previa de odio y guerra. Era solo un necesitado. Aquel forastero no es el que viene en oleadas a dominar al país de acogida, impulsados y dirigidos como parte de un plan de invasión progresiva con planes estratégicos definidos por la potencia geopolítica y la comunidad internacional.
No es el forastero que viene de un país que nos invadió y gobernó tiránicamente por 22 años, con iglesias cerradas y un estado de terror y crímenes, que terminó con la guerra liberadora y la proclamación de la Independencia por obra de los Trinitarios, encabezados por Juan Pablo Duarte.
Estos forasteros intentaron muchas veces volver y cada vez fueron repelidos militarmente. Sin embargo, a estos forasteros posteriormente los acogimos y los tratamos como de los nuestros, hasta que la situación sobrepasó el nivel razonable de migración. Ahora, hace rato que su situación ya no es propia de forasteros ni de simples inmigrantes necesitados, por su cuantía, por la forma, por los claros indicadores de propósitos invasores.
Querer y forzar que un pueblo asuma al otro es buscar lo que no se ha hecho antes en el mundo. Y no pueden ampararse en la Biblia para hacerlo, pues estamos obligados a cuidar la paz y la justicia, y no a provocar, ingenuamente o de mala fe, la confrontación, el odio y la destrucción de los cimientos de la cuna de la fe cristiana en América, que es la República Dominicana.
La paz no se alcanza obligando a lo imposible, dañando finalmente a todo el mundo, y luego lavarse las manos como Poncio Pilatos, echando la culpa a quien estaba en lo cierto a la luz del análisis de la realidad. Jesús no haría eso. Por eso, ante el pago de impuestos al invasor romano, no forzó el justo levantamiento y la tragedia de los suyos, pueblo oprimido, cuando  no dijo  expresamente que pagar impuestos al invasor opresor era injusto, como lo era... porque Jesús no era un fanático, era verdadero hombre, pero perfecto, conocía bien las trampas que contínuamente acechan al cristiano para que se pierda, para que tome decisiones erradas...
Por eso nos mandó a ser valientes, mansos de corazón pero astutos para actuar ante el enemigo y sus miles de formas de engaño, que hasta se nos disfraza de ángel de la luz y de la ciencia.
Con lo que un cristiano no puede coincidir
Un cristiano auténtico no puede, hablando en nombre de lo justo, apoyar la migración masiva e incontrolada de haitianos, incluso en gran parte para vagar en nuestro país, en una situación confusa de intereses.
1. No puede coincidir con la explotadora y antinacional oligarquía haitiana.
2. No puede coincidir con los líderes extremistas haitianos cuya divisa es el odio histórico, la violencia y el dominio de nuestro territorio.
3. Un cristiano dominicano no puede coincidir con los organismos internacionales que presionan por una solución dominicana a la crisis humanitaria haitiana, que son los mismos que presionan por la imposición de la ideología de género, la llamada “familia” con parejas del mismo sexo, la industria del aborto, la cultura anticristiana.
4. No puede coincidir con los consabidos planes del alto poder estratégico del Imperio y de las grandes potencias económicas que quieren desembarazarse de su responsabilidad con la realidad haitiana. Un poder que, además, ha concebido claros planes para hacer perder a la Iglesia su influencia en el continente americano, tal como ha sucedido en Europa.
Si un cristiano coincide con esos 4 puntos, con esos intereses, tiene que revisar su percepción del alcance del Evangelio a la luz de los frutos y no de los deseos. Las utopías y los paradigmas también tienen su cauce para no convertirse en holocaustos. Y un cristiano tiene una gran responsabilidad con la vida de los demás, especialmente de los que nos toca cuidar en primer plano, sin olvidar nunca que el puro cuidado de las almas no está por debajo de las necesidades temporales, peor aún si, por manejarnos ciegamente, sin discernimiento, contribuimos a perderlo todo.
Confundir la complejísima situación de la masiva e incontrolada migración haitiana en la realidad dominicana, con el caso de simples inmigrantes que requieren amparo, y justificarlo a la luz del Evangelio, puede ser más que una imprudencia. Se podría asemejar, más bien, a una ceguera espiritual fanática, como aquella que es capaz de impulsar un gran holocausto de pueblos, de personas, de almas, de almas...
https://www.listindiario.com/la-republica/2018/04/06/509434/en-verdad-y-fe-por-la-soberania

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